martes, 2 de noviembre de 2010

Esa última vez que me senté en el sillón junto a ella, le tomé su manita y me recargué en su hombro, jamás la voy a olvidar. Tenía una memoria inigualable, nos platicaba de su niñez, de sus hermanos. Un tipo quería robarse a su hermana y la intentó convencer, mostrándole una foto de los caballos que había robado o cuando pasó el incidente con su hermano más pequeño.
Son ese tipo de historias con las que te quedas picada y tu imaginación vuela.
Desde que tengo memoria había estado conmigo, aunque en otra ciudad por un tiempo, cerca de todos modos.
La dejé de ver unas semanas antes de que se fuera, pero sé que la extrañaré toda la vida.
Luego te alcanzo Clarita.

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